El Prostíbulo

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El Prostíbulo

Al día siguiente, al despertar, el pene está totalmente erecto…

— ¡Qué ganas tengo de meterlo en cualquier sitio!

Se masturba hasta que se corre y lame su propio semen.

— ¡Qué gustazo! —piensa— necesito coger fuerzas, la conversión de sexo me ha agotado. Esta noche voy al prostíbulo, pero las prostitutas tienen muchos protocolos. Le diré a la chica que escoja, que me enseñe a tener sexo oral con mujeres. ¡eso haré! —piensa.

Al anochecer, coge el coche y tras una hora de camino, llega al club. Entra y pide un whisky solo con hielo. La camarera le mira asombrada, qué guapo y qué bien huele…

— ¿Qué deseas? —le pregunta la camarera.

— Una chica y una habitación —dice él.

— Dese una vuelta tras la puerta roja y podrá ver cual está disponible y pregunte —le dice la camarera.

— Gracias, cóbrese ¿Puedo llevarme a bebida? —pregunta.

— Claro, guapo.

El Mutante entra en el salón. Hay hombres y mujeres. Se dirige a una pelirroja, algo entrada en carnes, pero muy guapa.

— ¿Estás disponible? —pregunta.

— Sí, pero depende de lo que quieras hacer —contesta la puta.

— Quiero follar y que me enseñes a practicar sexo oral a mujeres —explica él.

Ambos acuerdan un precio y se dirigen a una habitación de color violeta con luces de neón. La prostituta se tumba en la cama y se desnuda.

— Ven guapo —dice la prostituta— mira y te explico.

El mutante se acerca y fija su mirada en su vagina.

— Esto de aquí, es el clítoris —le explica— a las mujeres nos gusta que nos chupéis ahí. Más abajo, los labios y la vagina. Al introducir tu lengua se siente mucho placer. Anda, ¡prueba y házmelo!

El mutante dirige su boca hacia la vagina de la prostituta y comienza a lamer…

— ¡Así… muy bien! —dice ella— no pares. Debes sentir en tu lengua mis líquidos. Eso significa que me está gustando. Ahora introduce tu lengua.

El Mutante sigue una a una las indicaciones de la prostituta…

— ¡Ahora, más rápido! —exclama la prostituta a punto de correrse— ¿Sientes los líquidos?

— Sí, —contesta él.

De repente, suena la alarma de un reloj en una pequeña mesilla…

— ¡Ala, se acabó el tiempo! —dice con desaire.

— Toma el dinero, gracias —dice él.

— Ya verás como lo harás muy bien —le dice— tú, déjate llevar.

— Gracias.

Le da una propina y se marcha un tanto decepcionado. Él, con su cuerpo de mujer, está acostumbrada a los halagos y a que no quieran separarse de ella, que no paren de sobarla y besarla por todo su cuerpo y esa manera de cortar con la alarma le deja un poco frío y piensa cuantas veces ha debido de hacerlo ella con otros hombres. Coge el coche y vuelve a su domicilio. Se siente con fuerzas, renovado y se ha dado cuenta de que los líquidos de las mujeres también le alimentan.

Da de comer a los gatos y se acuesta pensando en la vecina. Es guapa y atractiva. Tiene un buen cuerpo. Quizás la ayude…
Mañana dará un paseo por el parque de al lado y se fijará si alguien tiene alguna mordedura de perro y los olores que ella dijo. Luego irá al Aparta Hotel para seguir con los negocios y su alta calidad de vida.

— Ser hombre es más fácil —piensa— siempre y cuando tengas dinero, claro.

[…] Continúa en… «El Negocio» […] 

Autora: "Lilith" - Adaptación de: 1331Ocho

Imágenes:

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