La Ninfómana de La Villa Maldita

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La Ninfómana de La Villa Maldita

En La villa Maldita hay una mujer de grandes pechos y un gran trasero que practica sexo con hombres y mujeres…

En diversas ocasiones, los nichos de los cementerios aparecen vacíos. Son carne para los largos inviernos de los vecinos y vecinas. En ciertos mataderos de cerdos, se trocea a los muertos y se los transforma en carne para los vecinos del pueblo y la ninfómana… es uno de ellos. Le gusta la carne humana y hace conjuros antes de comerla…

Ha tenido relaciones con más de medio pueblo y sigue teniéndolas, cuando necesita dinero, tira de teléfono… Le dan igual jóvenes que viejos o viejas, lo único que le importa es el sexo, está obsesionada y tiene predilección por los casados porque dice que tienen más experiencia, aunque en realidad es por que les da mucho más morbo.

Tiene tres hijos, los tres tuertos. El médico le dijo que no practicase sexo en ciertos momentos de la gestación de los diferentes embarazos, que podía afectar a los fetos, pero ella nunca hizo caso… Le gusta más una polla o un coño que a un político su cargo…

Por las noches, droga a su marido para salir y practicar su afición. Es algo enfermizo que necesita como una yonki en busca de su papelina y nunca se sacia, siempre quiere más. Su lugar preferido es el cementerio, tiene hartos hasta los muertos…

Todas las mañanas, muy temprano, toma cicuta, según ella para contactar con el infierno y acto seguido tiene su ración de sexo con su marido. Sexo monótono, pero sexo.

Su marido es muy celoso, y con razón, y la vigila hasta cuando va a tirar la basura, es el colmo de los celos, pero ante todo… es el cornudo oficial de pueblo y todo el mundo se burla de él.

Cerca de su casa, hay una tienda de comestibles. Siempre que va a comprar, lo primero que hace es arreglarse. Se viste de forma muy provocativa siempre con mallas y transparencias. Todo muy ajustado y por lo general… de color negro. Suele ir a la tienda varias veces al día y siempre con modelito diferente para restregarse con los clientes y quedar luego con ellos en el cementerio. No se corta un pelo, necesita sexo a cada momento.

Todos la conocen bien en La Villa Maldita, su marido es el ser humano con más cuernos de la tierra y todas las mujeres la temen porque saben que en cualquier momento se puede tirar a cualquiera de sus maridos, novios, hijos, padres, hermanos y todo aquello que lleve algún tipo de pantalón. Aunque tampoco ellas están libres de ser seducidas… Si necesita sexo urgentemente, le da lo mismo que sea hombre o mujer… ¡Lo importante es saciarse!

Hace años, de jovencita, tuvo una relación lésbica con la actual alcaldesa, pero se terminó cuando esta se casó con el zoofílico. Aún se acuerda de sus preferencias y de vez en cuando la echa de menos, pero la alcaldesa pica mucho más alto hoy por hoy.
Todos los días, tras follar con su marido y drogarle, busca desesperadamente a otra persona para continuar con su vicio y queda a altas horas de la madrugada.

El La Villa Maldita, hay mucha gente que no la traga, pero ella dice que eso pasa porque son unos reprimidos y que por eso la odian. Si supieran lo que se traga de sus maridos y familiares… la odiarían más.

El domingo, es su día preferido de la semana. Pero no por nada en particular, simplemente es el día de la semana en la que los pocos devotos que quedan en el pueblo van a misa para pedir a su diosito que cuide de ellos y de sus pertenencias y es cuando ella aprovecha para ir a la iglesia a intentar follarse al cura. Es su principal reto y le produce una excitación máxima…

El cura es viejo, gordo y feo, pero a ella le da igual. Ella quiere follarse a un cura.

— Hay que ponerse retos en la vida —piensa.

A misa, va muy arreglada y perfumada, ante la mirada de todos los beatos y beatas que asisten al rito religioso que se preguntan y cuchichean ente ellos diciendo que cómo es posible que tal persona pueda asistir al acto religioso, con la vida de depravación que lleva. Pero el cura siempre dice que su dios se alegra más por la vuelta de un cordero descarriado que por el resto. El problema es que ella no vuelve, simplemente vuelve y se vuelve a marchar otra vez.

Hoy ha decidido que va a por el cura. Una vez terminada la misa, se dirige al padre y le dice que necesita confesión, que por favor asista a una pecadora arrepentida y claro… el cura accede y le dice que se dirija al confesionario… Cuando el cura corre la cortinilla, de repente nota cómo una mano pasa por dentro de su sotana y se dirige rápidamente a su flácido pene, el cual crece al instante ante tal frotamiento.

— ¡Hija mía, qué estás haciendo! —dice el cura.

— Confesando mis pecados, padre —contesta ella.

— ¡Pero lo estás haciendo mal! —exclama él.

— ¿Y cómo he de hacerlo? —pregunta ella mientras le frota la polla al cura de arriba abajo sin parar.

— Pues… Con la boca hija mía… con la boca. ¡Que las manos van al pan!

Entonces… Ella se introduce el pene en la boca y el cura se corre casi al instante.

— ¿Qué penitencia me impone padre? —pregunta mientras se limpia los restos de semen de los labios.

— ¡Eres una gran pecadora y mereces una gran penitencia! —dice el cura— a partir de ahora, te quiero aquí todos los domingos, después de misa para rezar juntos el rosario. Todos los domingos…

— Claro padre, aquí estaré… ¡todos los domingos! —dice ella— Por cierto… ¿No tendrá alguna amiga monja y rezamos los tres?

— Dios proveerá, hija mía… Vete en paz.

Al salir de la iglesia, le espera su marido, qué remedio. Se sientan en una terraza y ella aprovecha para ir al baño y restregarse con el primero que pilla. Lleva notas dentro de las mayas para quedar en el cementerio.

Junto con su marido, viven en casa de sus padres, que ya de joven se dieron cuenta de que no tenía remedio, sorprendidos de que se casara y tuviera hijos.

—¡Menudos cuernos que tiene el esposo! —se dicen entre ellos— es que no tenemos en casa ni una puerta que no esté rayada.

Cuando se conocieron, ella habló a su futuro marido de su adicción al sexo y él, pobre incauto, se frotaba las manos pensando que tendría sexo todos los días y a todas horas. Lo que no sabía es que no solo no iba a ser placentero, si no que, además vendría acompañado de unas grandes “astas” que harían de él el hazmerreír del todo el pueblo.

Ahora vive desesperado sabiendo que cualquiera al que saluda…, seguro que se ha follado a su mujer. La gente habla mucho de ella y eso a él le afecta. Se cabrea mucho y le da por matar animales por todo el pueblo. Pronto no le quedará nada que matar… con tantos cuernos.

[…] Continúa en… «El Club Sicarial» […] 

Autora: "Lilith" - Adaptación de: 1331Ocho

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