La Transformación
A media hora en coche, ya está en su buhardilla con sus gatos, que apenas han notado su cambio de aspecto. Se dirige a la habitación y se mira en el espejo. Empieza a recitar palabras extrañas, se va la luz del edificio y de los edificios colindantes. Al volver la luz, la mutante es un hombre de 1,80 metros de altura, moreno, rasgos suaves y piel morena, muy bien dotado. Se toca los genitales durante un buen rato, tiene una sensación extraña que le gusta. El pene se pone erecto y empieza a moverlo haciéndose su primera paja casi sin darse cuenta.
— ¡Qué gusto! ¡Qué ganar de follar me están entrando! —se dice así mismo.
Esa sensación novedosa, le gusta. Abre el armario y coge un chándal XL, se lo pone, coge dinero y se va de compras.
— Algo informal y ancho —piensa— y calzoncillos. Los testículos, al andar, molestan.
Tras una tarde de compras, vuelve al edificio. Hay una joven llorando, “El mutante” se acerca.
— ¿Qué le pasa? —pregunta.
— Hace una semana, me agredieron sexualmente varios hombres —dice la chica— Estoy muy deprimida.
— Como lo siento —contesta él— si puedo ayudarla en algo, dígamelo.
— Dicen que el tiempo lo cura todo —comenta la vecina.
— El tiempo… y el desahogo —apostilla él.
— Puse una denuncia en la policía —prosigue ella— pero como me taparon los ojos, no conseguí verlos.
— ¿Dónde fue? —pregunta el Mutante.
— En el parque de al lado, iba con mi perro y lo mataron. Mordió a uno de ellos —explica entre sollozos.
— ¿Qué recuerdas de ellos? —vuelve a preguntar.
— Olían a alcohol, cerveza y olores corporales fuertes, como si no se duchasen —contesta ella.
— Cómo siento que estés tan triste, desolada y sin perro.
— Gracias por su preocupación. Voy a descansar, adiós.
Tras la conversación con la vecina, el Mutante se dirige a su buhardilla y da de comer a los gatos. Pone la televisión, hablan de los apagones de luz y de la violencia en las calles. Le ha gustado la vecina, pero ahora no es momento para follar con ella, quizás con el tiempo… y piensa en ir a buscar a los violadores para dejarlos secos. Un poco de alimento extra… nunca viene mal.
Tumbado, un rato después e la cama, sigue tocando sus genitales ¡qué textura! y ¡qué pronto se empalma! Quiere sexo. Igual prueba un día y se va a un prostíbulo. Con aspecto de hombre, el sexo no está tan al alcance como para una chica sexy. Borra la aplicación de Tinder y abre otra nueva con otro teléfono y sube su nuevo aspecto de hombre atractivo. Mañana, su objetivo será follar con su nuevo cuerpo. Está emocionada “La Mutante”.
[…] Continúa en… «El Prostíbulo» […]