La Villa Maldita
En un lugar de la Tierra, escondida entre montañas y vegetación, se encuentra “La Villa Maldita”. No es un lugar de paso a ningún sitio, es uno de esos sitios donde se dice que “Cristo perdió la zapatilla” (y nunca la encontró), rodeado de carreteras secundarias. Una auténtica zona rural. La población tiene pocos habitantes, todos y todos están vacíos por dentro, probablemente muertos en vida.
Se mueven por intereses, gente sin motivación propia, solo siguen las pautas de su “Alcaldesa Corrupta”. Incluso, a veces hacen daño solamente por inercia.
Un ser malvado y avaro, que por donde pasa, todo lo corrompe, su ansia, el dinero negro, está dispuesto a todo, incluso a vender a su propia hija. Tiene pocos estudios, algo más de lo básico. Eso la corroe y tiene a las personas más cultas, limpiando las calles ya las más ineptas, sentadas en el ayuntamiento. Ella ascendió al poder, como se ascendió por aquel entonces, en tiempos poco democráticos, con inusitada corrupción, a base de favores sexuales… Odia al anterior alcalde, hizo cosas que no quería, pero tragó y se ríe pensando que hizo lo mejor…
En toda la villa se practica la “Magia Negra” desde hace muchas generaciones, toda la población está corrupta y toma “Cicuta” para bajar a los infiernos. La “Cicuta”, la planta del infierno, lleva a los abuelos al cementerio, por herencias o pleitos. En otras ocasiones, los padres usan “Estramonio”, pero los efectos hacen mucho ruido. La Villa Maldita es un pueblo rodeado por veneno. Hay varias familias que no secan “Cicuta”, pero sí “Belladona”.
Conversaciones de “Almas”:
— ¡Lo del último fue bestial! —exclama un alma— Se lo hizo todo encima, no le hizo efecto la Cicuta. Bebía mucho vino y le echaron “Estramonio”. Se lo hizo todo encima… ¡Literal!
— Ya ti… ¿Qué te pasó? —pregunta otra alma.
— Lo que a casi todos y todas aquí, las herencias, los seguros de vida. Cuando somos mayores, ya molestamos y nos quitan del medio —responde.
— Casi todos aquí, aparentemente, morimos dormidos y tranquilos —dice otra— ¿Quién traería esa planta a la tierra? ¡Puta Cicuta!
— Yo pregunté a SMSM en el Umbral —dice la primera— y la Cicuta y la Burundanga esas, son plantas del infierno, cedidas a la tierra como ofrenda.
— ¡A mí, ya me da igual! —vuelve a decir la primera— Total, ya estoy muerta, pero otros y otras planean hacer mucho daño. Yo solo quiero que se descubran las muertes por Cicuta, como la mía.
—Pues, negro lo veo. Aquí todos lo saben, vivos y muertos y no trasciende nada. ¡Vaya panorama! —exclama la tercera.
— ¡Yo me voy a mover e intentaré conseguirlo! —exclama la primera otra vez— ¡Tengo todo el tiempo del mundo!
[…] Continúa en… «La Alcaldesa de la Villa Maldita» […]